viernes, 7 de noviembre de 2008

Querida Aisha

El pasado 27 de octubre en la ciudad somalí de Kismayo una pequeña de tan sólo 13 años de edad fue a ver a su abuela. Esta historia no tiene un componente fuera de lo común si no fuera porque en el camino a pié a casa de su querida abuela en Mogadiscio fue violada por tres hombres. Después de tan salvaje y despiadado acto la niña tuvo fuerzas y valor para acudir a las autoridades y denunciar el hecho, estos le respondieron acusándola de adulterio y siendo posteriormente condenada a morir lapidada.
Y así fue, al día siguiente ante las miradas de 1000 espectadores en un estadio cual espectáculo de circo, hicieron un agujero y metieron su pequeño cuerpo dentro y 50 hombres se dedicaron de forma encarnizada a apedrearla. Cuando pensaban que había muerto la sacaron del agujero y como comprobaron que aún vivía la volvieron a meter en él y siguieron apedreándola hasta su muerte.
Esta niña indefensa ha sido víctima doblemente ya que fue violada y tras esto ejecutada por dicha violación. Somalia un país en guerra sometido a las facciones radicales del islamismo donde ser mujer es menos que ser un animal o un bicho, esta pobre niña tuvo el valor de reclamar derechos al carcelero, de pedir protección al verdugo, pero ella no lo sabía. En su profunda inocencia creyó que algo tan horrible como lo que le había ocurrido estaba mal y debía ser castigado y en lugar de eso se encontró con el castigo en su cuerpo, el castigo por ser mujer, niña, negra, y pobre en un país donde una cabra está más valorada y en un mundo donde con esa carta de presentación no importas a nadie.
Pocos son los medios que se han hecho eco de esta noticia- noticia, pienso- de este atroz y salvaje crimen. Tal vez sea porque estamos celebrando que por primera vez en la historia el presidente de un país occidental sea un ciudadano de raza negra, cosa que me produce inmensa alegría, pero que me hace entender que esa niña si hubiera sido la hija de ese hombre hubiera salido en todos los medios. Incluso si hubiera sido la hija de un hombre anónimo de un país occidental hubiera tenido una repercusión mundial mediática, porque aquí de lo que se trata es que la vida de una niña africana no vale ni un titular, ni una palabra en un medio televisivo, no vale nada, ni la bala de un fusil, solo unas cuantas piedras con las que arrebatarle su vida.
‘Yes you can’, eso nos hacen creer a las mujeres de este mundo, ¿de qué mundo? Cuál es el mundo que queremos tener cuando giramos la vista ante tan horrendos hechos. Una vez más el mundo entero ve lo que quiere ver, hace años tuvo más cobertura mediática el lio de faldas presidencial del señor Clinton que la guerra en Sierra Leona. Ese es el mundo justo en que nos movemos, donde la hipocresía y la pasividad corroen los cimientos de nuestra sociedad de una forma alarmante y estrepitosa. Ese mundo donde una niña cree que puede ser un ser humano digno y respetado y que alguien se ocupará de ella y la protegerá.
Nadie estuvo para protegerla, y como a ella a miles de niñas que diariamente son esclavizadas, sometidas, torturadas, vejadas y asesinadas en el mundo, víctimas de un sistema global donde son menos que un cero a la izquierda. Nacieron en un mundo donde el patriarcado y el androcentrismo es el eje global alrededor del cual gira todo lo demás, y si una niña dice que ha sido violada en Somalia o en Afganistán o en Irak, incluso a veces en países democráticos y occidentales, será porque algo hizo para provocar y que eso ocurriera.
Mi pobre niña, tu inocencia te mató, y tus carniceros fueron aquellos hombres que te violaron, los policías que te denunciaron, los 50 hombres que te apedrearon hasta la muerte, las 1000 personas que jalearon el espectáculo dantesco, tú país corrupto y opresor, la comunidad internacional por no interesarse en ninguna zona que no le produzca algún tipo de beneficio de alguna índole. Y por supuesto tus carniceros somos todos y todas los que miramos hacia otro lado cuando algo así ocurre y ni lo comentamos con alguien, no expresamos nuestra indignación, no exigimos que cambien las cosas, no hacemos nada para que ese cambio se produzca.
Desde aquí mi humilde homenaje a tu valentía y tu fuerza, espero me sirvan para luchar por cambiar las cosas desde lo particular a lo global, yo que soy mujer afortunada por poder escribir estas palabras y no morir por ello.
Descansa en paz Aisha Ibrahim Duhulow.

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